Uno de cada tres niños no tienen un patio propio donde jugar, hacer ejercicio o simplemente reducir el estrés de la pandemia: sus familias, en un 60%, vivieron alguna situación crítica como una muerte cercana, pérdida de trabajo o problemas económicos graves.
Ello es parte del telón de fondo de las condiciones en que niños, niñas y adolescentes estudiaron durante 2020, según reveló la encuesta “Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia COVID-19” realizada por el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE), de la Universidad de Chile.
La investigación fue dirigida a madres, padres y apoderados de estudiantes entre 4 y 18 años y realizada durante el 1 de septiembre y 14 de octubre. La muestra contempló 4.912 hogares de 241 comunas del país.
Los estudiantes fueron divididos por tipo de establecimiento y estos sub grupos fueron ponderados, de modo que representaran casi exactamente la matrícula real del país: municipal (35%), subvencionado gratuito (37%), subvencionado con copago (19%) y particular pagado (9%).
Las escuelas reaccionaron rápidamente a la suspensión de clases presenciales por la pandemia y el 95% de los niños y niñas continuaron estudiando a distancia en sus mismos colegios - establece el informe - pero las condiciones y herramientas educativas con las que contaron están marcadas por una abismante desigualdad socioeconómica entre los hogares chilenos, lo que ha generado como consecuencia “preocupantes señales de problemas socio emocionales en niños, niñas y adolescentes en época de confinamiento”.
"Aunque escuelas, familias y estudiantes han estado haciendo enormes esfuerzos por sostener el proceso educativo, las condiciones de los hogares y lo inédito de la situación de confinamiento han significado obstáculos muy difíciles de superar para una buena parte de familias”, sostuvo Cristian Bellei, uno de los autores del estudio.
Mientras la gran mayoría de los estudiantes de colegios particulares pagados ( 9% de la matrícula nacional) contó durante 2020 con una habitación dedicada al estudio, escritorio y computador exclusivo para sus tareas, material de apoyo en casa, buena conectividad de Internet y clases continuas de al menos 80 horas al mes, el “restante” 91% de alumnos de colegios municipales y subvencionados vivieron una realidad muy distinta, donde:
- La mitad de las y los escolares vive en viviendas de 50 metros cuadrados o menos, lo que impacta el espacio que tienen para estudiar.
- En los hogares de menos de 30 metros cuadrados, el 34% de los estudiantes no posee nunca o casi nunca un lugar para estudiar, al igual que el 25% del alumnado municipal.
- Sólo la mitad de los estudiantes municipales tiene acceso “siempre” o “casi siempre” a libros de apoyo, material pedagógico o un espacio donde estudiar.
- Un tercio de los estudiantes de colegios gratuitos, sector que tiene la mayor dependencia de internet móvil, consideró que su conectividad era deficiente para estudiar, tanto por estabilidad como velocidad.
- Sólo tres de cada 10 niños y niñas de escuelas gratuitas tuvo clases en línea diarias y casi 1/5 de los estudiantes municipales nunca tuvo esta opción.
El CIAE advierte que la encuesta fue realizada mediante un cuestionario en línea y así “los estudiantes con peor conectividad no están bien representados en la muestra, por lo que estas diferencias pueden ser mayores en el total de la población escolar”.
Considerando que en marzo el gobierno activó el "Plan Solidario de Conectividad" para ciertos grupos más vulnerables, y que el estudio de CIAE fue entre septiembre y octubre, claramente la ayuda fue muy poco efectiva.
Casi los únicos colegios que usaron el teléfono para contactarse con sus alumnos fueron los municipales y estos, junto a los subvencionados gratuitos, usaron en forma importante las redes sociales como Whatsapp, Instagram o Facebook, que eran gratis antes de la pandemia.
La brecha digital no sólo limitó las posibilidades de hacer clases virtuales diariamente, sino también aumentó las salidas de las familias más pobres y las posibilidades de contacto entre los estudiantes.
Los apoderados de colegios gratuitos debieron ir personalmente a buscar guías y material pedagógico más de una vez al mes. Por el contrario, el 85% los colegios privados envió todo el material educativo por Internet de manera semanal.
El 70% de alumnos y alumnas de colegios gratuitos nunca tuvo tareas para hacer con sus compañeros, mientras la mitad de los estudiantes de colegios privados sí, y un tercio incluso trabajó con compañeros al menos una vez a la semana.
Respecto a las tareas, la responsabilidad de apoyar a los niños recae casi exclusivamente en las madres (92% en preescolar y 81% en básica). Padres, hermanos y otros adultos sólo los ayudan marginalmente.
Quizás el dato más impactante sobre desigualdad en la enseñanza de niños y niñas en pandemia son las horas de estudio, que fueron inversamente proporcionales a la realidad socioeconómica.
En las escuelas gratuitas, alrededor del 30% de alumnos estudió 1 hora o menos al día ( 20 horas mensuales acumuladas) y menos del 16% dedicó 5 o más horas al aprendizaje. Por el contrario, los estudiantes de colegios privados que estudiaron 1 hora o menos al día fueron el 12,6%, mientras el 39,7% tuvieron 5 o más horas de estudio.
El impacto social, emocional y educativo del cierre de las escuelas, incluye la pérdida de servicios complementarios:
- La mitad de los estudiantes asistía más de un día a la semana a talleres extraprogramáticos;
- Más de 1/5 recibía apoyo profesional especializado para problemas de aprendizaje semanalmente;
- Un cuarto se quedaba o iba a la escuela para hacer las tareas;
- El 40% recibía almuerzo en la escuela.
“Son los estudiantes de escuelas municipales o gratuitas quienes más han perdido con el cierre de escuelas, porque son quienes más servicios complementarios recibían”, señala el estudio.
Pesadillas
En confinamiento, la desigualdad mostró su crudeza. Además de que la mitad de la muestra vive en casas de 50 mt2 o menos, sólo el 20% habita en casas de más de 100 mts2.
Peor aún, un tercio de las viviendas no cuentan con patio propio, siendo los menores de estos hogares los más afectados por problemas socio emocionales como “se frustra con frecuencia”, “está peleador/a, sensible o llora con frecuencia”. Según CIAE “consistentemente, los niños que cuentan con espacio exterior de uso exclusivo presentan menor recurrencia de estos comportamientos, entre 8 y 20 puntos porcentuales menos que sus pares con menor acceso”.
La pandemia por el COVID-19 ha evidenciado una importante fragilidad y vulnerabilidad en los hogares, tanto a nivel material como emocional, dice el estudio, que también constata un claro desequilibrio en la organización interna de las familias. La mayoría cree que han sido las mujeres quienes se han recargado de trabajo doméstico en este período, junto con responsabilidad de que los niños estudien, que recae casi totalmente en ellas.
La mitad de las madres, padres y apoderados están de acuerdo o totalmente de acuerdo, en que durante el confinamiento han aumentado tanto las situaciones de conflictos en los hogares (peleas y gritos), como la violencia hacia las mujeres y niñas en los hogares, aumentando las situaciones de tensión y estrés en niñas y niños, que manifiestan mayoritariamente en problemas para dormir o pesadillas 52%, no quiere levantarse, pasa en la cama 45%, se frustra con frecuencia 43% y cambios de apetito 40%.
“Otro factor que impacta de manera significativa a las condiciones de la convivencia y el aprendizaje en el hogar son las medidas de confinamiento forzado aplicadas durante la pandemia”. El estudio muestra que las familias han intentado respetar las restricciones de movilidad. Cerca de un 35% declararon que durante el confinamiento salieron una vez a la semana, seguido por un 27% dos o tres veces por semana y el 10% declaró no haber salido nunca a la calle.
Las razones de salida son estrictamente necesarias y mayormente para adultos: salir a trabajar, comprar (mayormente una vez a la semana) o hacer un trámite. En términos de frecuencia, el trabajo es el motivo por el cual las personas salen todos los días (35%), pero caminar o distraerse solo es una actividad diaria para el 19%.
Pese a que niños y niñas han participado masivamente en las tareas domésticas, casi sin distinción por sexo, su actividad más frecuente es estar todos los días frente a una pantalla de televisión, tablet o celular, 86,3%. Entre las actividades que menos realizan está el ejercicio físico: un tercio de los estudiantes de media no hace nunca actividades deportivas.
Cabe destacar que el 17,1% de los estudiantes de media también trabajan o ayudan en el trabajo a algún familiar, todos los días o algunos días a la semana.
Y es que sumado al hecho de que 6 de cada 10 hogares manifestaron que han vivido alguna situación crítica durante el confinamiento, la mitad de las y los encuestados reportó algún tipo de dificultad económica, incluyendo un 16% que declaró que no han tenido suficientes recursos para pagar deudas o tarjetas de casas comerciales; un 11%, a quienes les ha faltado para pagar servicios básicos como agua, electricidad o gas, e incluso, un 5% admitió que les ha faltado dinero para comprar comida.
Pese a todas las dificultades, el 90% de las y los encuestados estimó que era mejor no volver a clases en 2020. Quienes más se manifestaron a favor del retorno a clases este 2020 son las familias de colegios privados y los hombres que responden la encuesta. “Es interesante notar que este punto es una aparente paradoja: quienes poseen las mejores condiciones en sus hogares en términos de recursos para el aprendizaje, y quienes estudian en escuelas que han logrado sostener una mejor y más intensiva labor educativa a distancia, son sin embargo, quienes más apoyan la idea de volver a clases presenciales, aunque sea para los últimos dos meses del año escolar”.
Revisa la encuesta “Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia COVID-19” acá:
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