Durante la pandemia, la irrupción en los medios de imágenes devastadoras de hospitales atestados de enfermos y moribundos contrasta con el perfil de un músico que regala el sonido maravilloso de su violín desde el balcón o con la figura de una mujer cuya voz limpia y potente rompe el silencio de la noche.
Es innegable que el arte y la cultura amplían el registro emocional, ayudan a controlar el estrés, dan sentido a la vida, favorecen las relaciones con los demás y levantan el ánimo.
Pero los datos son elocuentes y dejan ver que, por razones obvias, durante la emergencia el bolsillo fiscal seguirá concentrado en salvar vidas, conseguir insumos médicos, proteger el empleo y asegurar el abastecimiento.
Mientras tanto, el Observatorio Digital de Música Chilena arroja un dato inquietante: el 90% de los músicos recibe ingresos menores al sueldo mínimo y la mayoría se ve obligada a tener un segundo empleo para sobrevivir.
Las industrias creativas y el arte contribuyen con el 3% del PIB mundial y representan casi 30 millones de empleos en el mundo. Sin embargo, y paradójicamente, en nuestro país este sector ha sido una de las víctimas más impactada y desvalorizada del COVID-19.
Según cifras del Banco Mundial, las naciones adjudican en promedio sobre un 2% de su presupuesto estatal a cultura. Sin embargo, Chile aporta menos del 0,4%. Está visto que quienes manejan las finanzas la consideran un gasto y no una inversión.
En la última cuenta presidencial no hubo ni un pequeño mensaje destinado al arte y la cultura. Y este año, los involucrados recibieron con resquemor el recorte del presupuesto de varios centros culturales del país que, entre otras cosas, generan muchos empleos.
El Centro de Estudios de la Universidad Católica de Chile concluyó en una investigación que las actividades artísticas y de entretención registran en Chile una tasa de cesantía de un 44,5%.
El Ministerio de las Culturas anunció en marzo un fondo de 15 mil millones de pesos para inyectar al sector, pero estos recursos, claramente insuficientes, se distribuyen a través de fondos concursables y algunos artistas acusan que esta no fue una inyección de recursos sino recortes que el Ministerio hizo a programas del plan para el 2020. La titular de la cartera respondió a las críticas argumentando que “ofrece igualdad de oportunidades y permite que los propios pares califiquen la calidad de la propuesta”.
La actriz Paulina García calificó esto como una burla y sostuvo que esta suma se podría haber otorgado directamente: “Hay gente hoy que no solo no tiene plata para pagar el arriendo, no tiene para comer… Los actores hemos hecho actividades para ayudar a colegas que no tienen cómo comprar leche a sus niños. Nos han dejado a la deriva”, comentó a Cristina Jurado, en Revista YA. Reiteró que las artes en todos los niveles están ayudando a los chilenos a conservar su equilibrio emocional y psicológico, y se lamentó de que en Chile la cultura pese menos que un paquete de cabritas. Agregó que las decisiones sobre el sector no vienen de la cartera de Cultura, sino de otros ministerios o de la Presidencia.
El paisaje cultural incluye teatros y espacios culturales cerrados, temporadas clausuradas y cientos de artistas encerrados en sus casas sin generar recursos. Para hacer frente a este escenario desolador, los afectados han llevado adelante diversas campañas, rifas, ventas y remates para apoyar a los trabajadores más apremiados.
Una consulta hecha por el Ministerio de las Culturas el 23 de marzo en medio de la crisis sanitaria, iluminó la desesperada situación del sector. La mayoría de las empresas son micro y medianas y sus integrantes no tienen contrato, ingresos estables ni seguridad social.
La situación es irónica, si se piensa que hay un reconocimiento general de que escuchar audiolibros, ver cine o teatro on line, opera, ballet, conciertos, música o películas por streaming o en televisión es lo que en estos meses de confinamiento han hecho el encierro más llevadero.
En la primera etapa de la pandemia solo permanecieron abiertos los negocios de primera necesidad y, entre ellos, no se incluía a los vinculados al arte y la cultura. Su turno llegó solo después de las peluquerías, panaderías, tintorerías o zapaterías. Mientras tanto, el cierre de los museos, el cine y los teatros fue exacerbando la necesidad de los confinados de presenciar espectáculos de música, cine, baile o teatro que, desde marzo, estaban proscritos. Y, aunque parezca un contrasentido, nunca, como en este período, Chile ha tenido una oferta cultural tan suculenta y accesible.
Obedeciendo al refrán algo cínico que consigna que “la necesidad tiene cara de hereje”, producto de la crisis los creadores se han visto obligados a recurrir a soluciones que, quizás en marzo, a comienzos de la aparición del COVID-19, muchos consideraban espurias pero que, a estas alturas, han terminado por asumir de buena o mala gana.
Hoy muchos reconocen que el confinamiento ha sido un desafío para su creatividad, y han cambiado de giro y sacado a relucir otras capacidades. Ello incluye, de alguna manera, haberse doblegado frente al Zoom, tecnología que antes miraban con distancia, pero que hoy admiten que amplió sus posibilidades y los hizo traspasar fronteras.
Todo indica que, a nivel mundial y local, la catástrofe sanitaria ha producido una explosión creativa. Situación que no es nueva. Giovanni Bocaccio escribió El Decamerón (1348) en medio de la peste negra, que mató a más de 200 millones de personas. Shakespeare terminó El rey Lear durante una epidemia y, en 1665, durante la Gran Plaga de Londres, estando confinado en su casa de Lincolnshire, Isaac Newton descubrió la ley de gravitación universal.
De un día para otro, miles de chilenos, desde Arica a Magallanes, decidieron pintar, tejer, bordar, cocinar, escribir o dictar clases por Internet. Las actividades alternativas van desde la enseñanza de técnicas de respiración, danza del vientre, a tecnologías de la información, yoga, escritura o naipes del tarot. Los protagonistas del mundo cultural no son la excepción y el diario La Tercera hizo un riguroso seguimiento de sus cambios de giro o reinvenciones y constató que muchos se dedican a la publicidad y hasta a la venta de pizzas o la confección de carteras.
Bastante antes de la crisis sanitaria, en el país explotó la burbuja televisiva, el tiempo de los sueldos desmesurados de los ejecutivos y de los rostros de la industria, el de los vestidos y zapatos de marca desplegados en la alfombra roja del Festival de Viña y de los viajes a excéntricas locaciones de los protagonistas de las telenovelas. Hoy, solo Megavisión mantiene un elenco propio en el área dramática, pero con remuneraciones más realistas.
Las actividades más perjudicadas por la pandemia han sido las que se realizan de manera presencial: el cine, las artes escénicas, las librerías y las artes visuales.
Las librerías pequeñas y medianas han hecho lo imposible por sobrevivir a la crisis. La mayoría permaneció cerrada los primeros meses de la cuarentena y, según las cifras que manejan los libreros, sus ventas bajaron entre un 40% y un 90%. Agrava la situación el hecho de que, en muchos casos, sobre todo en regiones o pueblos pequeños, estos negocios son el único polo cultural, un lugar de encuentros y debates.
Las cosas se complicaron más cuando la Seremi de Salud le cursó dos multas (5 millones de pesos) a Librerías Bros por realizar “servicios no esenciales para la comunidad como la venta de libros”. Esto desató una polémica que, sumada a otros factores, derivó en la retirada de 55 organizaciones de trabajadores de la cultura de la mesa Coordinadora Intersectorial Cultura en Emergencia convocada por el Ministerio de las Culturas para enfrentar la crisis del sector.
Una semana después, el Ministerio anunció que repartiría 2 mil millones de pesos a 122 espacios culturales de todo el país. Entre estos fueron seleccionadas 19 librerías. Finalmente, la sanción a Bros fue revisada por la subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, y se autorizó a los libreros para realizar delivery en las comunas en cuarentena.
Después de cien días cerradas, reabrieron estas tiendas de varias comunas y malls. Pero con reglas del juego categóricas: alcohol gel al ingresar, mascarillas, desinfección, una cubierta de mica en las cajas, una cantidad máxima de gente en relación con los metros cuadrados y, en algunos casos, medición de la temperatura al ingresar.
A pesar de sus bemoles, las estadísticas dan cuenta de que la gente ha leído más en el encierro y, en algunos casos, los libros se distribuyen de originales maneras. Auch! (Autoras Chilenas), el colectivo de autoras chilenas feministas que reúne a más de un centenar de escritoras, lo considera un bien de primera necesidad y ha repartido más de 1200 ejemplares en las ollas comunes de comunidades vulnerables.
Como a todas las galerías importantes en el mundo, a las chilenas les ha tocado adaptarse a lo virtual. Y para responder a la contingencia, dificultada primero por el estallido social y, luego, por la peste, han comenzado a exhibir sus obras de arte a través de modernas plataformas.
Chile tiene un mercado de arte pequeño y las ventas han caído en un 90%. La crisis partió con el estallido del 18 de octubre. Luego hubo un par de meses mejores gracias a varias ferias internacionales, pero después se desató la pandemia.
Apenas se materializó el cierre de museos, bibliotecas y espacios culturales, el gobierno puso en marcha la iniciativa EligeCulturaEnCasa, destinada a difundir el arte en formato digital. Y el resultado fue sorprendente: entre marzo y junio la plataforma ya había sido visitada por 363 mil personas. Éxito similar ha cosechado Onda Media, la plataforma del contenido audiovisual del Ministerio que, en el mismo período, contabiliza 1 millón 200 mil visionados de películas.
En general, la crisis sanitaria y el cierre temporal de las salas han provocada a nivel mundial un gran incremento en el consumo cinematográfico a través de plataformas digitales como Netflix, Amazon, Apple TV, You Tube, Google Play o diversas páginas de Internet.
El 17 de marzo, todos los teatros de la capital bajaron el telón. Y ahora tratan de adaptarse a la cuarentena. Frente a la emergencia sanitaria, las salas de conciertos y artes escénicas decidieron salir al encuentro de la comunidad a través de sus plataformas web y de las redes sociales.
Creada a raíz de la pandemia, la organización Compañías Teatrales en Red reúne a 474 organizaciones de todo el país. Entre las propuestas que levanta, está la devolución anticipada de impuestos a los artistas en este período de cesantía y una subvención para las salas. Simultáneamente, agrupaciones como las Compañías Teatrales en Red, Sidarte y Chileactores se han dedicado a recaudar dinero para entregarlo a los artistas más golpeados por la crisis.
A comienzos de agosto, el Ministerio de las Culturas presentó un protocolo de manejo y prevención del COVID-19 para cines independientes, teatros y lugares análogos, como carpas de circo y espacios cerrados donde se presentan recitales de música. El documento, trabajado con el gremio artístico, exige la reducción del número de butacas disponibles y un metro de distancia entre una y otra, promoción de la venta de entradas en canales digitales y programación de funciones en horarios escalonados, para evitar aglomeraciones.
La reanudación de la actividad presencial en los espacios dedicados a las artes escénicas comenzará en la fase cuatro del plan “Paso a Paso”.
Paradojalmente, en la primera etapa del Teatro Municipal se conectaron unas 300 mil personas no solo de Chile, sino de Alemania, Estados Unidos, España, México y Argentina. Suspendida la temporada artística presencial de este año, han batido todos los records con sus transmisiones en YouTube —totalmente gratuitas— de óperas, ballet y conciertos de nivel mundial. Han llegado a tener a 200 mil personas viendo espectáculos al mismo tiempo y consiguieron auspiciadores para la transmisión.
Chile, ¿qué duda cabe?, es un país con música de fondo. Y así como la revolución mexicana quedó marcada por los acordes de “Cielito lindo” o Italia por la letra del himno partisano “Bella Ciao”, algo parecido sucede entre nosotros.
¿Cómo no recordar “El derecho de vivir en paz” con que los Quilapayún anunciaban la llegada de un mundo mejor? ¿O la música carcelaria de las presas políticas, como “El Negro José”, “Palabras para Julia”, “Resistiré” o “Gracias a la vida”?
Más tarde, durante la explosión social, muchas canciones viejas se reciclaron y nacieron otras nuevas. Todo esto culminó en la voz de las integrantes de Las Tesis, que les dieron pasión y ritmo a las luchas feministas.
Durante el confinamiento, la música ha consolado penas y acompañado soledades. Y ello sin rendirse nunca y aunque compositores e intérpretes hayan desaparecido de las pantallas matinales y nocturnas para dejar paso a políticos y faranduleros.
Este gremio, que agrupa a unas 4 mil personas en nuestro país, ha sido uno de los más afectados por la pandemia y la suspensión de eventos masivos. Entre octubre de 2019 y este agosto, se han cancelado alrededor de 4 mil funciones.
En la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, el parlamentario Boris Barrera presentó un proyecto de ley que solicita asistencia económica inmediata para el gremio. La iniciativa, que estaría vigente durante el tiempo que dure el estado de excepción y noventa días después, apunta a crear un fondo solidario de emergencia para los trabajadores del sector mediante el aumento del porcentaje de canciones chilenas que hoy suenan en la radio y televisión. La propuesta es que las emisoras dediquen un 50% de su programación cotidiana a música chilena (un alza de un 30% más que la normativa vigente) y que en la televisión abierta esa cuota alcance el 20%. El propósito de esta medida sería aumentar los ingresos que generan los músicos por concepto de derechos de autor y conexos: los que ganan mucho seguirían recibiendo lo que genera el 20%, pero el otro 30% se repartiría.
Desde la Asociación de Radiodifusores de Chile consideraron la iniciativa impositiva y sin sentido. Y la Sociedad Chilena de Derechos de Autor (SCD) señaló que estos derechos no son bienes públicos, sino que les pertenecen a sus creadores.
Algunos museos y centros culturales han desarrollado recorridos virtuales y otros se preparan en estos días para su reapertura. Sin embargo, la mayoría mantendrá sus puertas cerradas. Lo interesante es que, en pleno confinamiento, algunos de estos espacios duplicaron sus convocatorias gracias a la web. Y otros, como el Precolombino, la septuplicaron, al pasar desde 63 mil visitas en el primer semestre de 2019 a más de 475 mil en el mismo lapso de 2020.
Las casas de Neruda en Santiago, Valparaíso e Isla Negra están cerradas desde el 16 de marzo y han bajado sus visitas en un 40%. Lo grave es que el ingreso por el valor de las entradas y la tienda corresponden a casi un 95% de su presupuesto anual.
Por su parte, el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural creó una plataforma web en la que se pueden visitar sitios como el fuerte de Niebla, el Museo Gabriela Mistral de Vicuña o la colección del Museo de Arte y Artesanía de Linares.
Justo en el momento en que la asistencia al cine iba al alza llegó la pandemia. Esta ha golpeado fuerte a la industria audiovisual en Chile y el mundo entero, provocando la suspensión de producciones, el cierre de salas y la pérdida de trabajo para millones de personas. Onda Media, en cambio, la plataforma del cine chileno lanzada hace dos años y dependiente del Ministerio de las Culturas, vive por estos días su momento estelar. “Pasamos de tener 3 mil descargas a 30 mil cada 24 horas”, comentó orgulloso su director, Ian Goldschmied.
El exitoso estreno en Netflix de la película chilena Nadie sabe que estoy aquí, protagonizada por Jorge García y Millaray Lobos, fue un estímulo para que varios directores se planteasen la posibilidad de estrenar sus cintas por streaming o en otras plataformas. La sinopsis de Tengo miedo torero, solo en su primera semana en YouTube obtuvo más de 120 mil visualizaciones.
Sin embargo, desde marzo, para los directores y protagonistas del cine nacional todo ha sido incertidumbre. Las productoras nacionales han tenido que enfrentar rodajes postergados, teletrabajo y dudas en torno a los fondos para este año.
Además de poner en tela de juicio la entrega de fondos claves para el sector, la pandemia modificó las fechas que los realizadores barajaban. Así lo vivieron los productores de la ficción sobre Los Prisioneros que preparan Movistar y la productora PArox, y los de la segunda temporada de La Jauría, que espera su debut en Amazon y TVN.
Es necesario reconocer que el streaming está viviendo sus días de gloria, porque el confinamiento derivado de la pandemia ha lanzado al estrellato a compañías como Netflix o Amazon Prime Video. Sin embargo, las salas de cine pasan por un momento complejo. Permanecen cerradas y ahora esperan una reapertura que solo se dará cuando las comunas lleguen al paso 4 de la estrategia para enfrentar la pandemia.
Las víctimas de la pandemia tienen claro que el streaming es solo un complemento y que el cine siempre se verá mejor en las salas de cine, por eso planean reanudar las exhibiciones presenciales apenas hayan disminuido las medidas de distancia social que exige la pandemia.
Según los datos reunidos, existen también 2.083 pequeñas y grandes productoras de eventos y 1952 recintos de espectáculos a lo largo del país, y estos congregan al año en sus shows musicales a 2 millones 800 mil personas. Este sector da trabajo a 800 mil personas y hoy 160 mil corren el riesgo de perder sus empleos en una industria que podría tener un impacto de USD 250 millones en pérdidas, además de las quiebras de las propias productoras y salones de eventos.
Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde y todo hace presumir que el primer concierto con distanciamiento social de Chile tendrá lugar en el mes de octubre en Espacio Broadway. Se tratará de un festival de tres o cuatro artistas nacionales en una misma jornada, encabezado por el grupo de rock Chancho en Piedra.
Imagen principal: Daniel Muñoz, fotografía de Pepe Guzmán, No era depresión era Capitalismo
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